Te redujo a escombros la fría piqueta
y, al pasar de noche mirando tus ruinas,
este milonguero se siente poeta
y a un tango muy triste le pone sordina.
Entre aquellas rojas cortinas de pana,
de tus palcos altos que ahora no están,
se asomaba siempre madama Ricana
cubierta de alhajas, bebiendo champán.
Entre risas alegres y chistes,
siempre estaba apenada René,
y de verla tan linda y tan triste
fue por eso que me enamoré.
Hoy ni ella está más en la sala,
ni tampoco entro yo al cabaret,
se vinieron abajo tus galas
bullanguero y cordial Chantecler.
En la noches bravas que el tango era un rito,
vibraba la sala con ritmo nervioso,
porque en ese entonces estaba Juancito
tallando en su orquesta su estilo famoso.
Ya no queda nada y aquello no existe,
ni tus bailarines ni tu varieté.
Te veo muy triste pasar silencioso,
Príncipe Cubano, frente al Chantecler.
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